En Pasajeros en tránsito nos encontramos por primera vez con la captación de algo de palabra nueva y actuante. Pero no es cuestión de usar giros y palabras así porque sí, porque hay que usarlas. Es el hecho de atraparlas allí mismo en su origen y llevarlas a su máxima tensión significativa. ¿El cómo? Lanzarse intrépidamente a lo más hondo, a la profundidad inexplorada. Lo malo es que no hay recetas, no hay preceptos, no hay caminos trazados. Quizás la fórmula sea esto: el estudio, la investigación, la vida. Y una cosa. El talento. Es lo que hace de Pasajeros en tránsito una obra poética del más alto vuelo. Tomamos al azar de una y otra página, palabras como orbitar, etiqueta, luz verde, ascensores, boleto, aduana, censura, cables de alta tensión, lanzamiento, piezas de repuesto, es parte del vocabulario usual en aeropuertos y aviones, aquí convertido en materia poética. "Amar ausente es orbitar la vida/ desde las alas frías de la muerte". "Sólo el mar dio luz verde a nuestros pasos/ entrelazados amorosamente". "Pasajeros en tránsito, la vida/ anuncia la salida de su vuelo/ sin boletos, ni aduana, ni censura". "Cables de alta tensión me llevan a tu sueño/ y a volumen muy bajo tu aliento me acaricia.". "Cuando la cinta se termina/ aquí este llora, allá otros cantan/ porque no hay piezas de repuesto/ para volver a las andadas". Lo que hemos dicho acerca del lenguaje nuevo, es solo uno de los aspectos por donde se puede entrar en esta obra. Es una poesía de amor y dolor que apunta en el blanco con certero pulso. 155
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