en la base de cemento, se ajusta los cordones del zapato. Ahora podemos verlo mejor. Es bajo de estatura. Labios ligeramente crespos, nariz respingona, pestañas tan abundantes que apenas si dejan entrever los ojos negros, luminosos. Cejas asimismo pobladas, frente tersa y no muy amplia; manos largas, dedos nudosos. En el anular izquierdo luce una sortija de plata Prosigue su camino, silbando suavemente una melodía popular. Ha dejado caer la colilla del cigarrillo en un charco formado por la lluvia en mitad de la calle. Sí; las calles de Bocas del Toro se hallan en muy mal estado: repletas de baches y de yerbajos que locamente se aferran a la miserable tierra arenosa de las orillas. La condición de las casas es simplemente desastrosa., despintadas, la madera carcomida por la polilla y por el vaho corrosivo del mar. Pero nada de esto tiene que ver con un poeta adolescente que camina a las once de la noche. Y no por falta de amor a su pueblo natal, ciertamente; pero su amor abarca la decadencia de las cosas y, hasta cierto punto, de ella se alimenta . No hay palabras para describir la ternura que inspira la vista de un solar vacío, antaño ocupado por una hermosa casa de dos pisos y hoy cubierto de monte y de latas. Ya está frente a su casa, su pequeña casa de madera con los helechos y flores del balcón, amorosamente cuidados por la abuela Sube las escaleras decrépitas. Sonriendo maliciosamente, abre la puerta y entra con grandes precauciones para no despertar a la vieja. Al pasar frente al cuarto de ésta, su ronquido familiar le llega pleno y sonoro, como una señal de buen agüero, de que todo está en orden. Atraviesa de puntillas el pasillo, y abre la puerta de su cuarto, situado en el otro extremo de la casita Enciende la luz. Es una habitación relativamente amplia, amueblada con sencillez: una cama de hierro junto a la pared, una cómoda, un armario. En la pared opuesta, un pequeño escritorio y un VIII
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